martes, 13 de enero de 2009

Eugenia Segovia, de Málaga a Alcalá

¡Hola!


Te escribo desde Alcalá de Henares, Madrid. No sé si lo sabías porque fue todo tan de repente, que cuando me quise dar cuenta ya estaba aquí.


Ya sabes que soy de esas personas que deja para mañana todo lo que debería de hacer hoy; así que me vi a veintitantos de septiembre, con ese calor pegajoso malagueño intentando ganar la contrarreloj del examen de rayos. A una semana de marcharme y todo en el aire. Así que, entre placa de tórax y TAC de abdomen buscando piso por Internet. De repente lo ví y supe que iba a vivir ahí, cerca del campus y a compartir con dos futuras doctoras, perfecto.


Y me presenté en Alcalá, cargada de ilusiones y de maletas, por cierto. Con esas ganas de complicarse la vida y el poquito valor que hacen falta para embarcarte en una Séneca.


El primer día me paseé por los pasillos de la Facultad de Medicina de la UAH sin saber muy bien qué hacía allí, fuera de mi hábitat y convertida en la persona más tímida del mundo. Al día siguiente decidí que iba a relacionarme con todo el que se me cruzara y a partir de ahí todo empezó a ir sobre ruedas. La gente de clase fue los primeros que conocí y es que esas horas de Médica dando arritmias hasta las tres, unen. No tardó en llegar las horas muertas en la biblioteca, que se convirtió en el lugar ideal para hacer amigos y fue precisamente estudiando para los exámenes de febrero cuando encontré a las que se han convertido en mis compañeras de estudio y fiesta, pero sobre todo amigas.


Cuando conocí al “Príncipe de Asturias” no había mañana que no me perdiese por sus pasillos hasta llegar a prácticas. Juntos hemos compartido muchas experiencias: mi primer parto (como espectadora, claro), un par de mareos en cirugía, las consultas de ETS de los jueves y comprobamos la teoría de que todos los pacientes te mienten hasta que no se demuestre lo contrario (y más si eres estudiante).


Y que decir de las tareas del hogar. Creo que a lo largo de la historia no se ha conocido un ama de casa peor que yo. No sabía ni freír un huevo y no había puesto una lavadora en mi vida, pero claro, a base de tener hambre y no tener nada que ponerte, aprendes. Si encima tienes unas compañeras de piso que por instinto natural saben hacer todo este tipo de cosas bien y además te enseñan, pues mucho mejor.


A dos meses de que acabe todo esto, ya puedo decir que en mi balanza pesan muchísimo más las cosas positivas a lo largo de este curso (aunque aún queda por ver los resultados académicos, que no es poco) No tengo más que buenas cosas que decir de todos los que se han cruzado conmigo y me gustaría creer que mi paso por aquí no les ha dejado indiferentes.


Así, que claro que te animo a que lo hagas, a que cierres los ojos y sin pensarlo mucho te presentes en otra ciudad y vivas la experiencia, porque si volviera a tener la posibilidad, no dudaría en repetirlo.


15 de mayo de 2008
Mª Eugenia Segovia Abad
Estudiante de 5º Medicina
Universidad de Málaga

1 comentario:

  1. Nos acordamos mucho de ti guapa!!
    Claro que tu paso no nos ha dejado indiferentes!

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